EL RETO DE LA REDUCCIÓN DE LA POBREZA

Pepe Villalonga

CONFERENCIA: EL RETO DE LA REDUCCION DE LA POBREZA EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Buenas Tardes.

Quiero comenzar agradeciendo al TEC de Monterrey la invitación que se me hizo para participar en este Congreso y la oportunidad de, en unas jornadas dedicadas al mundo de los negocios, hablar sobre un problema que quizás algunos de ustedes consideren alejado del objeto fundamental de este Congreso. Espero que al finalizar, al menos algunas personas del auditorio que ahora así piensan, se planteen que la reducción de la pobreza no es solo un problema para políticos, economistas y sociólogos sino también para los empresarios y ejecutivos de cualquier nación.
Antes de comenzar con el desarrollo de mi disertación quiero hacer una precisión. Me dispongo a realizar una exposición académica sobre dos aspectos de la pobreza en el Mundo en general y en Iberoamérica en particular, el primero referido a las técnicas de medición y el segundo sobre el obstáculo que representa para el crecimiento económico de un país o región la existencia de altos índices de población que viven en situación de pobreza o pobreza extrema, pero, y fundamentalmente a partir de mi experiencia profesional en la OCE (Oficina de Cooperación Española) en países como Nepal, Egipto y en los últimos años como responsable de esta oficina en Centroamérica, mi perspectiva de este problema no es exclusivamente académica. La convivencia diaria con personas que no cuentan con agua corriente, ni electricidad, que viven en casas de cartón en condiciones lamentables, que se encomiendan a Dios diariamente para que ni ellos, ni sobre todo sus hijos caigan enfermos pues no tienen dinero para médicos ni medicinas, hace que te replantees la visión y que, aunque tus posiciones económicas e incluso políticas no cambien, al menos en mi caso, dejes de considerar esta realidad de una manera impersonal. La pobreza es ante todo un problema familiar que tiene implicaciones en el desarrollo integral de sus miembros. Las prioridades de las familias que viven en esta situación son diferentes a las de aquellas que, sin formar parte de los privilegiados, pueden hacer planes a medio y largo plazo. Para estas familias solo importa el día siguiente, por eso cuando algunos sesudos especialistas realizan planes desde despachos ministeriales y departamentos académicos, lo primero que tienen que tener en cuenta es que es muy difícil buscar soluciones sin considerar que, para diseñar planes a medio y largo plazo con el objetivo de reducir la pobreza, algo por otra parte absolutamente necesario, se debe de intentar mitigar las necesidades inmediatas de esas familias. Para ello es absolutamente necesario que toda la sociedad se conciencie del problema y que los Estados, a sabiendas de que no son omnipotentes ni pueden resolver todos los problemas de un día para otro, se apoyen en otras instituciones de carácter civil o religioso que ayudan en el vivir diario a las personas que no tienen medios económicos suficientes para satisfacer sus necesidades más básicas. Aunque quizás ustedes no lo crean, no todos los gobiernos facilitan el trabajo a estas instituciones y precisamente en los países donde más se necesita esa ayuda. Ejemplo de esto son los infinitos problema que algunos gobiernos islámicos de África ponen a las organizaciones dependientes de la Iglesia Católica y otras confesiones cristianas.
Hecha esta consideración, comencemos con el desarrollo de mi exposición.
Todos ustedes, estoy convencido de ello, han leído o escuchado numerosísima información y opinión sobre los índices de pobreza, sus causas y soluciones, no pretendo yo aquí repetir todos los argumentos y consideraciones que se hacen desde diferentes tribunas, por ello mi intención es exponer dos nuevos planteamientos aparecidos durante este año. El primero es un, a mi juicio magnifico, estudio de los números de la pobreza en el mundo realizado por uno de los principales estudiosos de la Economía del Desarrollo y Catedrático (full professor) de la Universidad de Columbia Xavier Sala y Martín. Finalizada esta primera parte continuare, si todavía tengo a alguno de ustedes en la sala, un documento del Banco Mundial que realiza un planteamiento novedoso y muy interesante sobre la incidencia de la pobreza en el Crecimiento Económico, dando de alguna forma la vuelta al tradicional planteamiento de establecer mecanismos de crecimiento económico para, a partir de ellos, conseguir reducir los índices nacionales de pobreza. Iniciemos entonces con el estudio de Xavier Sala.
La Economía del desarrollo es, seguramente, la rama más antigua de la ciencia económica. No en vano, la obra que, al decir de la mayoría de los economistas, da comienzo a la Economía moderna es, precisamente, la Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, de Adam Smith.
Las recetas que propuso Adam Smith en 1776 han probado, a través de más de dos siglos, su validez y su eficacia para promover el desarrollo económico en los países que se decidieron a adoptarlas. Primero en el Reino Unido y en los nacientes Estados Unidos, y después en los países que forman lo que se ha dado en llamar el “primer mundo”.
Sin embargo, y pese a que la Ciencia que inició Adam Smith ha probado sobradamente, a lo largo del tiempo, la certeza de sus conclusiones, sigue siendo necesario, hoy como ayer, explicar una y otra vez las ventajas del libre comercio internacional y de los impuestos moderados, así como las que se derivan de un Estado de Derecho que garantice la seguridad física y jurídica, el derecho a la propiedad y el cumplimiento de los contratos. Y, del mismo modo, sigue siendo necesario advertir reiteradamente de los perjuicios que ocasionan las barreras al comercio internacional, la inseguridad física y jurídica, el intervencionismo, los subsidios y los impuestos altos. Porque de ello depende la vida, la prosperidad y el bienestar de miles de millones de seres humanos, especialmente de los más desfavorecidos.
El Ensayo del profesor Sala tiene como objetivo ultimo, mostrar hasta qué punto el mapa del desarrollo económico coincide con el mapa de los países que han adoptado, en mayor o menor medida, las instituciones que hacen posible la globalización. Y, al contrario, cómo el mapa de los países más desfavorecidos viene a coincidir también con el de los países a los que no ha llegado la globalización, bien porque no han acertado a adoptar las instituciones que la hacen posible, o bien –y esto es quizá lo más importante porque los países más desarrollados oponen barreras al comercio en los campos donde los países pobres podrían ser más competitivos, como por ejemplo en la producción agrícola o textil.
Xavier Sala-i-Martín después de licenciarse en Economía por la Universidad Autónoma de Barcelona, obtuvo el doctorado por la Universidad de Harvard, en 1990 y desde 1996 es catedrático de Economía en la Universidad de Columbia, en Nueva York; y también profesor visitante de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). Además, anteriormente fue profesor en la prestigiosa Universidad de Yale, entre 1990 y 1996, y es economista consultor del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y de varios gobiernos de países en desarrollo.
Xavier Sala-i-Martín es, junto con Robert Barro y David Romer, la máxima autoridad mundial en cuestiones de crecimiento económico y desarrollo. Su obra Economic Growth, escrita conjuntamente con Robert J. Barro, es el libro de texto sobre crecimiento económico más utilizado en todo el mundo. Además, ha publicado también trabajos del máximo nivel académico en materia de capital humano, economía internacional y otras áreas de la macroeconomía. Y, algo poco frecuente entre los economistas académicos, Xavier Sala, además de escribir para iniciados, también sabe escribir, y muy bien por cierto, para el gran público. Su libro, Economía liberal para no economistas y no liberales, es toda una colección de antídotos, escritos con mucho ingenio y, sobre todo, con mucho humor, contra los sofismas y las estupideces que, por desgracia, son moneda corriente cuando se habla de economía.
En pocas palabras, Xavier Sala-i-Martín forma parte, por méritos propios, del selecto grupo de economistas de más prestigio de todo el mundo, pues es uno de los que en la actualidad más y mejor han investigado sobre economía del desarrollo; o lo que es lo mismo, sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones. Y además, con su ejemplo personal, contribuye a refutar el falso estereotipo que pinta a los economistas liberales como personas despreocupadas o indiferentes ante las necesidades y los padecimientos de los más necesitados. Un tópico, por cierto, tan extendido como falso, porque la principal preocupación de todos los grandes economistas liberales de la historia, desde Adam Smith a Friedrich von Hayek, von Mises o Milton Friedman, ha sido siempre encontrar las políticas y las instituciones que mejor puedan contribuir al desarrollo y el bienestar de las personas y de las naciones más desfavorecidas. Y Xavier Sala, además de enseñarlas y divulgarlas, las pone en práctica a través de Umbele, una fundación que trabaja por la educación y el desarrollo en África a la que donó, por ejemplo, la dotación del Premio Rey Juan Carlos de Economía y con la que colabora habitualmente.
La Economía del Desarrollo, aun a pesar de ser la más antigua de las ramas de la Economía, es también, probablemente, la peor conocida por el gran público. Quizá aquí, más que en ninguna otra área del conocimiento económico, abundan los prejuicios, los falsos tópicos y las falacias que, muchas veces, impiden poner en práctica las políticas más eficaces para luchar contra la pobreza.
Cuenta el profesor Sala que el desencadenante para la realización del ensayo fue un reportaje emitido por la cadena norteamericana “abc” sobre un congreso sobre “Pobreza y Globalización” celebrado en Madras (India). En él aparecían personajes muy conocidos por su oposición a todo lo que huela a globalización, aunque probablemente seria mejor decir “capitalismo y libre mercado”. Estos defensores de la fracasada planificación económica decían cosas como:
“el avance dramático de la globalización neoliberal va acompañado de un crecimiento explosivo de las desigualdades y del retorno de la pobreza. Si tomamos el planeta en su conjunto, las 358 personas más ricas del mundo tienen una riqueza superior a la renta del 45% más pobre”
Habrá que señalarle a Ignacio Ramonet autor de esta frase y director de ese panfleto que es “Le Monde Diplomatique” que, de entrada, comete un error que ya en primero de carrera ningún estudiante de Economía comete, y es que no se puede comparar riqueza con renta. Por tanto, es un error conceptual decir que las 358 personas más ricas del mundo tienen la misma riqueza que la renta de los 2.600 millones más pobres de la humanidad. En la ONU se cree básicamente lo mismo, que por culpa de la “globalización neoliberal” la pobreza y la desigualdad en el mundo aumentan, que estos contrastes entre ricos y pobres van aumentando progresivamente.
Noam Chomsky, uno de los líderes del movimiento anti-globalización, afirmaba lo siguiente: “en lo referente a las rentas, las desigualdades han crecido espectacularmente durante el periodo de la globalización. Han crecido dentro de los países y entre países, y es de esperar que siga ocurriendo en el futuro” .
La idea que defienden es que la pobreza va subiendo y que la culpa es de la “globalización neoliberal”, como ellos la llaman.
A el Catedrático no le cuadraban las cifras y se preguntaba: ¿Cómo es posible que aumente la pobreza mundial si los dos países más poblados del mundo, China y la India, llevan diez años creciendo de forma sostenida con índices superiores al 7%.? . A partir de aquí decidió realizar un estudio detallado de la distribución mundial de las rentas y a partir de él sacar las conclusiones pertinentes sobre el aumento o disminución de la cantidad absoluta y relativa de los pobres en el mundo y de paso analizar si las desigualdades se han agudizado o no.
Comenzó este trabajo sobre las estadísticas de la pobreza en el mundo, con una discusión que tuvo con la ONU y con el Banco Mundial sobre cómo se estaban construyendo los datos de pobreza en el mundo. El final de esta polemica se ha traducido en dos conclusiones felices para el profesor Sala. La primera es que el trabajo se ha publicado en el Quarterly Journal of Economics, una de las revistas de economía de más prestigio en todo el mundo. La segunda, y más importante, es que ha llevado a la ONU, esta con la boca chica y sin publicidad, y al Banco Mundial a reconocer que antes de predicar sobre “lo mal que va el mundo por culpa de la globalización neoliberal salvaje”, como la denominan algunos, hay que “mirar los números”.
Antes de empezar voy a explicar la metodología que emplean determinados “cerebros grises” para acusar a la “globalización neoliberal” de esos supuestos efectos. Utilizan la simultaneidad en el tiempo. Por cierto, no sé por qué razón dicen que la globalización empieza en el año 1980. Supongo que será porque es el año de llegada al poder de Thatcher y Reagan, y que consideran que a partir de ese momento vienen todos los males, hubiese sido más acorde a su ideología comenzar en 1989 con la caída del muro de Berlín, seguramente alguno de los ladrillos les debió caer encima de su lucida cabeza. Pero cualquier economista sabe que la simultaneidad no tiene por qué implicar causalidad.
El objetivo del ensayo del catedrático español es construir una distribución mundial de la renta. Quiere saber cuánto gana cada ciudadano del planeta. Y una vez que se tenga esta distribución de la renta del mundo, ver cuánto se quedan los ricos y cuánto los pobres; cuánta gente está por debajo de los umbrales de pobreza; ver las diferencias entre ricos y pobres, etcétera; porque, si no conocemos estos datos o los distorsionamos, se llegara a conclusiones equivocadas.
A modo de nota preliminar, y para que no haya confusión, todos los datos de renta que voy a proporcionar en este día, tomados del articulo del profesor Sala en la revista antes citada, están ajustados por lo que los economistas llamamos paridad de poder de compra y por la inflación. Todos ustedes ya saben que consumir en Nueva York es más caro que consumir en Addis Abeba, y para comparar la renta de un señor de Nueva York y un señor de Addis Abeba es necesario ajustar las magnitudes, tener en cuenta que los precios son más bajos en un país que en otro. Al mismo tiempo, los datos están ajustados por la evolución de los precios en el tiempo. Con todo esto quiero decir que los datos que voy a proporcionar son estrictamente comparables entre países y en el tiempo.

Empecemos con lo que los estadísticos llaman histograma.

En el siguiente gráfico tenemos la distribución de la renta de China. Vemos en el gráfico qué cantidad de gente gana un dólar al día, lo que el Banco Mundial define como pobreza. El resultado es que en China en 1970 había 70 millones de personas que vivían con 365 dólares al año. Lo que hace Xavier Sala es construir un gráfico como éste para cada país y cada año. Si nos fijamos en la distribución de la renta de China en 1980 (recordemos que hasta esos años era un país bajo el mando de Mao), comprobamos que, respecto a 1970, y tal y como predica el comunismo, no bajó la renta de los pobres, pero los ricos mejoraron un poco.
En 1978 se introduce de forma gradual y por zonas geográficas, la economía de mercado, se abre la economía a las influencias del exterior, la globalización, y vemos que, efectivamente, los ricos ganan mucho más, pero al mismo tiempo se produce una reducción espectacular de la pobreza. La pobreza en China se redujo entre 1980 y 1990, los primeros diez años de economía de mercado. En los siguientes diez años la pobreza no ha desaparecido, pero se ha reducido sustancialmente, aunque hay aún muchos pobres, un 8% de la población. Es verdad que las diferencias entre ricos y pobres en China han aumentado, pero no ha impedido que los pobres hayan aumentado su renta muchísimo, y en números totales, la pobreza se ha erradicado en China a ritmos como nunca había visto antes la humanidad.

En el caso de los Estados Unidos, vemos que no hay pobres bajo la definición del Banco Mundial (un dólar al día), y por eso la ONU se inventa otra definición de pobreza para este país, que es la mitad de la renta mediana, y que en Estados Unidos hoy es de aproximadamente 16.000 dólares. En el gráfico podemos ver que la economía americana va creciendo, y que la distancia entre ricos y pobres aumenta. La mejora de los ricos no quiere decir que los pobres estén cada día peor, porque los pobres mejoran con el tiempo, sino que la renta de los ricos aumenta más rápidamente que la de los pobres.

Nigeria es el otro extremo. Conforme pasan los años va a peor. La mayor parte de los ciudadanos de Nigeria se hace cada vez más pobre. Nigeria es el país más grande de África en términos de población con 120 millones de habitantes. El promedio de la renta es cada vez peor. Han pasado 40 años de crecimiento negativo en este país, que tiene grandes recursos naturales. Pero los recursos naturales son paradójicamente negativos, porque crean corrupción, ya que son fáciles de robar, mientras que los recursos humanos no se pueden robar, ¡porque la gente se rebela! Los economistas lo calificamos como la “maldición de los recursos naturales”, ya que el “dinero fácil” procedente de la venta de los recursos naturales acaba perjudicando al país. En Nigeria, el 20% de los ricos cada día está mejor, y no tienen ningún incentivo para hacer reformas. Este es uno de los dramas de África.
En los gráficos anteriores hemos podido observar los dos fenómenos más importantes de la segunda mitad del siglo XX. En 1960 Asia era más pobre que África. De hecho, la pobreza era un problema intrínsecamente asiático. En la segunda mitad del siglo XX Asia mejora y África empeora, de forma que prácticamente toda la pobreza está hoy en día en África. Por dos razones: la mitad de los habitantes asiáticos están mejorando, y los ciudadanos africanos van en retroceso. Con carácter general, el crecimiento económico mundial se está trasladando a la distribución mundial de la renta.

Aquí tenemos la suma de todos los países del mundo. Ésta es la distribución mundial de la renta que quería construir. Con el tiempo, vemos que se produce un crecimiento económico en el mundo, es decir, una mejora de las rentas.
Vemos en el grafico que en la segunda mitad del siglo XX Asia mejora y África empeora, de forma que prácticamente toda la pobreza está hoy en día en África. Por dos razones: la mitad de los habitantes asiáticos están mejorando, y los ciudadanos africanos van en retroceso. Con carácter general, el crecimiento económico mundial se está trasladando a la distribución mundial de la renta. En lo referente a Ibero América, los estudios de Xavier Sala concluyen que si bien en números absolutos la pobreza ha aumentado ligeramente, en números relativos ha descendido, como veremos más adelante, aunque en porcentajes claramente insatisfactorios.
Una vez que tenemos construida la distribución mundial de la renta nos podemos preguntar lo que planteábamos al principio: ¿Es verdad que la pobreza ha subido durante la época de la “globalización neoliberal”? ¿Es verdad que la desigualdad entre ricos y pobres ha aumentado?
Para ello, primero, y siempre basándonos en los estudios del profesor Sala, calculemos la fracción de la humanidad que era pobre en el año 1970 y comparémosla con la de 1980, 1990 y 2000.
Antes, sin embargo, conviene preguntarse por qué un dólar diario marca el umbral de la pobreza. Es un límite arbitrario, que se eligió en 1960 a partir de una determinada cantidad de rupias que los indios consideraban un límite de pobreza y que equivalía aproximadamente a un dólar diario. Y es un límite arbitrario porque la pobreza no es un concepto fácil de definir. Algunas personas piensan que los umbrales de la pobreza se han calculado científicamente, según la cantidad de dinero con la que se puede comprar las calorías diarias que te permiten vivir, pero esto no es cierto.

Como el umbral de pobreza es, pues, arbitrario, el ensayo considera la fracción del planeta que vive con una renta por debajo de 1,5 dólares al día, y concluye que las tasas de pobreza han disminuido enormemente. En el año 2000 se habían reducido a un tercio de su valor en 1970. No sé si se han reducido por la “globalización neoliberal salvaje”, pero coincide con estas dos décadas.

Es verdad que una cosa es la fracción (tasas de pobreza) y otra el número de pobres. La población mundial ha aumentado, y pudiera ser que la fracción de pobreza haya bajado pero que, con el aumento de población, el número de pobres se haya incrementado.
Pero, ¿qué se debería tener en cuenta, la fracción de pobreza o el número de pobres? Obviamente, lo que se pretende es que tanto el número de pobres como la fracción disminuyan cada día.
Afortunadamente esto es lo que vivimos desde 1980. El número de pobres hasta 1980 aumentaba, pero cuando comienza la llamada “globalización neoliberal salvaje” y cuando China liberaliza su economía, introduce el mercado como pilar de su sistema económico y se abre al exterior, la pobreza baja de 1.200 millones a menos de 800 millones de habitantes.
En términos de pobreza, por tanto, las citas que leía al principio y que indujeron a la realización del ensayo al profesor de la Universidad de Columbia se demuestran falsas. No es verdad ni que la tasa de pobreza ni que el número de pobres hayan subido en el mundo.

Veamos a continuación la cuestión de las desigualdades. Primero me gustaría expresar mi duda sobre el hecho de que las desigualdades sean importantes. Claramente, la pobreza es un mal. A todos nos gustaría un mundo sin pobres. Sin embargo, no sé qué pensar sobre las desigualdades. Depende de dónde vengan, de las causas, del nivel de desigualdad. Dos personas con el mismo dinero pueden consumir de manera diferente, según sus apetencias, pero ser igual de felices. Pero los expertos dicen que la felicidad es importante pero no se puede calcular, mientras que sí podemos calcular la renta. Si quisiéramos un mundo igualitario con las dos personas felices ya estaría bien. Pero como sólo observamos la renta vemos unas grandes desigualdades. Así que si ponemos un impuesto elevado al que trabaja y se lo damos al que no trabaja, vamos a crear desigualdades de bienestar, que no igualdades de renta. Es decir, que hay desigualdades de renta que pueden surgir, pero que no son malas.
Otra desigualdad se produce, por ejemplo, en China, donde los pobres, la gente con renta más baja, ven aumentada su renta en un 10% y la gente más rica en un 20%. ¿Es esto mejor o peor? Los pobres han mejorado en un 10% y los ricos en un 20%, con lo que las desigualdades han subido. Hay gente a la que le puede molestar que haya desigualdades, pero ya necesitamos hablar de qué es lo que nos gusta. Necesitamos explicitar cuáles son nuestras preferencias sobre las desigualdades. Porque hay gente que tiene envidia. Hay gente a la que lo peor que le puede pasar es que el vecino se compre un Mercedes-Benz.
Por tanto, la pobreza es mala, punto. En este aspecto, no podemos venir con argumentos. Pero el asunto de las desigualdades es ya opinable.
De cualquier forma el estudio de las desigualdades es interesante y Xavier Sala lo afronto con el mismo rigor que él de la pobreza. Veamos sus cálculos, resultados y a las conclusiones a que nos llevan.
Al hacer estos cálculos damos con un problema: los economistas no se ponen de acuerdo. Hay muchas maneras de calcular las desigualdades. El problema es que como hay muchas maneras inteligentes de medir las desigualdades, y pueden dar resultados distintos y podemos escoger, en otras palabras podemos elegir el resultado. Si queremos que las desigualdades suban, vamos al “menú de desigualdades” y escogemos el índice que muestra que las desigualdades suben, o al revés, si queremos que bajen. Por lo tanto lo que hace el profesor Sala es utilizarlas todas y dejar que otros escojan.

Una medida que es muy conocida es el Índice de Gini, que muchos de ustedes ya conocerán. El coeficiente Gini, inventado por el estadístico italiano Corado Gini es un número entre cero y uno que mide el grado de desigualdad en la distribución del ingreso en una sociedad determinada. El coeficiente registraría cero (0.0= desigualdad mínima) para una sociedad en la que cada miembro recibiera exactamente el mismo ingreso y registraría un coeficiente de uno (1.0= desigualdad máxima) si un miembro recibiera todo el ingreso y el resto no recibiera nada.
Me parece que el coeficiente Gini es una poderosa herramienta para ayudar a captar rápidamente los principales factores que caracterizan diferentes sociedades. El Producto Interno Bruto (PIB) per. cápita es un interesante promedio nacional pero tiene tan poco sentido para los individuos como la altitud promedio del continente suramericano. La gente de verdad vive en las llanuras o en las montañas o en medio de las dos. Los coeficientes Gini nos dicen que tanto varía la "altitud" de la riqueza en un determinado país.
El coeficiente Gini es una herramienta muy poderosa pero su validez depende directamente de la calidad de los datos estadísticos usados para calcularlo. Infortunadamente, no hay normas internacionales en esta materia. Esto significa que el coeficiente Gini puede ser manipulado hasta cierto punto por los analistas del ala izquierda que podrían buscar censurar las desigualdades extremas o por las alas derechas conservadoras que podrían querer demostrar que esa desigualdad es mínima. Por lo tanto se debe tener cuidado para asegurarse de la objetividad de la fuente de cada “gini” antes de sacar conclusiones apresuradas.
Técnicamente el coeficiente de Gini se calcula como una ratio de las áreas en el diagrama de la curva de Lorenz, aunque se calcula a menudo con la Fórmula de Brown. Veamos ahora, a modo de ejemplo, cual es el coeficiente de Gini en los distintos países del mundo en el año 2006 según las Naciones Unidas, fuente que a mi no me produce excesiva confianza.

Según la evolución histórica de este índice, la desigualdad subió hasta más o menos el año ochenta y, curiosamente, a partir de dicho año ha ido bajando. Eso sí, no ha ido bajando de manera homogénea ni uniforme. Hay periodos en que las desigualdades pueden subir. Hay periodos de cuatro o cinco años durante los cuales las desigualdades suben, aunque a largo plazo, en un periodo de 20 años, han bajado claramente. El problema es que a veces nos encontramos con estudios que sólo analizan cuatro o cinco años. En particular, el estudio más famoso publicado por las Naciones Unidas, que es el estudio de Branco Milanomic, decía que “la globalización es la causa del aumento de las desigualdades” y da datos de cinco años, que “por casualidad” van de 1985 a 1990. Entonces uno podría concluir que las desigualdades han aumentado. Pero lo cierto es que si analizas los datos en el largo plazo, te das cuenta de que ha escogido precisamente los cinco años en los que habían subido. Por lo tanto, la conclusión es exactamente la equivocada.

Las desigualdades crecieron en la historia contemporánea. Creo que esto es un fenómeno muy importante porque es nuevo en la historia de la humanidad. Bourguignon, que es el economista jefe del Banco Mundial, que ha hecho estudios sobre las desigualdades en el tiempo. Al remontarse a 1820 se ve que las desigualdades han subido de manera constante. Yo no sé si estos datos son buenos, pues debo reconocer mi incapacidad para comprender el enrevesado sistema de Bourguignon, pero claramente tienen razón. La fecha de 1820 es más o menos la fecha de la Revolución Industrial (1760 en el caso de Inglaterra). Antes de la Revolución Industrial, casi todos los ciudadanos del mundo eran iguales, es decir, igual de pobres. Había un rey, un emperador, un mandarín chino, había gente rica una minoría burguesa, pero eran poquísimos. La mayor parte de la gente, la mayor parte de los ciudadanos del planeta eran agricultores, en China, en América y en Europa, y vivían en niveles de subsistencia. Comían, se vestían y se morían. Es decir, estaban al nivel de subsistencia. Por lo tanto, en todo el planeta la gente era más o menos igual de pobre. Pero, de repente, en Inglaterra se inicia la Revolución Industrial.
La Revolución Industrial tiene dos características. La primera es que hay más gente que se hace rica y la segunda es que se produce una tasa de crecimiento explosiva, es decir, que se hace cada año más rica. De manera que en la Inglaterra de hoy, los ciudadanos de a pie viven mucho mejor de lo que vivía el César o los reyes en el siglo XV. Tienen cosas que antes no tenían. Tienen dentistas, gafas, tienen calefacción, CD’s, helados de vainilla y muñecas Barbie. Todo lo que antes no existía. Y esto empieza primero en Inglaterra. Si lo comparamos con la población de hoy, la situación previa a la Revolución Industrial sería la equivalente a la de 6.000 millones de personas igual de pobres. De repente, los ingleses, que son pocos, empiezan a crecer. La distancia va creciendo. Luego se apuntan los norteamericanos, el resto de Europa, Australia, Japón. Las diferencias van subiendo y, en términos de la población mundial, había 1.000 millones de ciudadanos, la OCDE, esencialmente, creciendo sin parar y 5.000 millones de personas pobres, viviendo en niveles de subsistencia. Esta es la historia del siglo XIX y de casi todo el siglo XX.
Pero en 1980 pasan cosas fantásticas. 1.300 millones de chinos empiezan a crecer. 1.100 millones de indios empiezan a crecer. 300 millones de indonesios empiezan a crecer. 50 millones de malayos, tailandeses, también. Más de la mitad de la población del planeta, de repente, empieza a crecer. Y lo hace al 6, al 7, al 10%. Es decir, que la mitad de los que estaban “abajo” convergen rapidísimamente hacia nuestros niveles. Y esto es lo que causa que las desigualdades empiecen a bajar. Porque la mayor parte del planeta se ha apuntado a la Revolución Industrial y sus rentas por primera vez en la historia convergen con las nuestras. Desde que se inventó por primera vez la agricultura, hace diez mil años, hasta la Revolución Industrial, las desigualdades eran más o menos constantes. De repente, en los siglos XIX y buena parte del XX, subieron y ahora, desde 1980, por primera vez, están volviendo a bajar.

Así son las cosas si nos fijamos en el índice de Gini. Pero son las mismas si nos fijamos en otro índice menos utilizado, como el coeficiente de Atkinson. Observamos el mismo dibujo, exactamente.
El índice de Theil también ofrece el mismo patrón.

Xavier Sala comparó la renta de los individuos más ricos (el 20% más rico) con la de los más pobres (el 20% más pobre). Éste es el índice en el que estaba pensando Ignacio Ramonet. Pues bien, vemos que también baja. Y también en el calculo de la diferencia entre los muy muy ricos y la de los muy muy pobres –es decir, la del 10% más rico y la del 10% más pobre-, nos damos cuenta de que las desigualdades en todo el mundo están bajando.
A la vista de estos rigurosos cálculos nadie puede afirmar que las desigualdades han aumentado en los últimos veinte años, como es por otra parte lógico por el crecimiento de China, la India y los Tigres Asiáticos. Lamentablemente Xavier Sala no hizo un estudio detallado de la situación en Ibero América, aunque me temo que los resultados serian diferentes. Veamos los datos generales de todos los índices en el siguiente cuadro.

No me corresponde a mi sacar conclusiones de este estudio, creo que deben ser ustedes mismos, si están interesados en ello, los que, a tenor de estos datos determinar si las políticas económicas aplicadas en estos últimos años son adecuadas o no para aumentar la renta del sector más pobre de la población mundial.
En el caso de los países Ibero Americanos vemos que los resultados son desiguales y, desde luego insuficientes. Es más me atrevería de clasificarlos de claramente insatisfactorios si pensamos la situación del continente en 1970 comparándolo con el Sudeste Asiático y la actual (por supuesto hay excepciones como el caso de Chile que redujo la pobreza en más de 20 puntos porcentuales en los últimos 25 años). Sobre cuales han sido los errores que se han cometido, tengo por supuesto mi opinión, pero como en el caso de los números totales y para evitar entrar en polémicas, al menos en este momento, prefiero que cada uno de ustedes sea quien analice las causas del fracaso y los cambios que se necesitan para incorporar a América Latina a la corriente mundial. Quizás el trabajo que me dispongo a comentar a continuación les aporte alguna idea.
Las dos decepciones que se observan en los países de América Latina de un crecimiento económico relativamente débil, por una parte, y de la pobreza y la desigualdad persistentes, por la otra, son de larga data y están estrechamente vinculadas. Que el aumento de los niveles de ingreso mitiga la pobreza, y que el crecimiento económico puede es eficaz para lograrlo, es un aspecto bien conocido por todos, que ha recibido considerable atención en la búsqueda de un crecimiento favorable a los pobres. Se ha estudiado mucho menos el canal inverso —quizás la pobreza sea, en realidad, parte de la razón del desempeño bajo de una región en cuanto a su crecimiento, lo que crea círculos viciosos en los cuales el crecimiento bajo genera mayor pobreza y la mayor pobreza, a su vez, ocasiona un crecimiento bajo. En este informe, elaborado por los economistas Guillermo Perry, Omar Arias y William Maloney, el sociólogo Luís Serven y el periodista José Humberto López, para el Banco Mundial y que lleva el titulo en español de “Crecimiento y Reducción de la Pobreza: Círculos viciosos y virtuosos”, se abordan formas de convertir este ciclo negativo en un círculo virtuoso de reducción de la pobreza, en el que los ataques de amplia base a la pobreza se traducen en un mayor crecimiento, que a su vez, continua reduciendo la pobreza.
El desempeño económico de América Latina en los últimos 50 años ha sido decepcionante. El crecimiento estuvo rezagado con respecto a los principales países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), en un período en que Asia oriental, España, Irlanda o Nueva Zelanda avanzaban rápidamente para estar a la par de otros países.

A lo largo de los últimos 50 años, la desigualdad en el ingreso ha seguido siendo muy alta en América Latina, lo que crea, a juicio de los citados especialistas, un obstáculo doble a la reducción de la pobreza. En primer lugar, si el crecimiento hubiese estado acompañado de una disminución de la desigualdad, habría sido más favorable a los pobres. En segundo lugar, aun cuando la desigualdad no cambie, el crecimiento económico resulta menos eficaz para reducir la pobreza en países con distribuciones menos equitativas del ingreso. Para alcanzar la misma reducción de la pobreza, los países con desigualdades deben crecer más en comparación con los más igualitarios. En vista de la marcada divergencia en el crecimiento que registró la región durante la década perdida de los ochenta y la desaceleración ocurrida desde 1998 hasta el 2003, así como la falta de progreso en el ámbito de la desigualdad, no es sorprendente que la pobreza en determinadas zonas del subcontinente haya sido tan persistente desde 1980, como ya vimos en los números del profesor Sala. Aunque en el informe se discuten una serie de limitantes a los indicadores que normalmente se usan para comparar a diferentes países entre si y a un mismo país a lo largo del tiempo, lo cierto es que, a excepción de Chile, con una disminución espectacular, ha habido poca reducción de la pobreza después de los logros del período 1950-1980, logros que por otra parte, y a tenor de las enormes manipulaciones detectadas en los datos oficiales proporcionados por los Estados a los Organismos Internacionales en otros rubros durante esos años, me permito poner en cuarentena. Además es indiscutible que en muchos países el crecimiento no ha traído consigo un aumento en las rentas de los sectores más desfavorecidos.
Estas conclusiones continúan siendo válidas cuando se adopta un punto de vista más amplio sobre la pobreza y el bienestar. Tal como se enfatiza cada vez más en la bibliografía especializada, la pobreza es un concepto que abarca una amplia gama de dimensiones, tales como salud, mortalidad y seguridad, que tal vez no estén correlacionadas con las medidas convencionales de la pobreza de ingresos. Más aún, un concepto completo del bienestar tiene que incorporar los movimientos del ingreso a lo largo de toda la vida o hasta de generaciones, lo que significa que deben examinarse las cuestiones de riesgo y de movilidad a través de la distribución del ingreso.
Aunque los escasos datos sobre estos aspectos de la pobreza no permiten el tipo de comparaciones globales que sí es posible hacer con las medidas de la desigualdad en el ingreso y con las cifras del conteo de personas pobres, el panorama que esbozan es apenas un poco más optimista. Es cierto que las tasas de mortalidad han bajado mucho más de lo que podrían predecir los niveles de ingreso y han generado grandes mejoras en el bienestar en los países con poco crecimiento. No obstante, la movilidad intergeneracional sigue siendo más baja en América Latina y el Caribe que en el peor de los países de la OCDE. Varios estudios recientes indican que los niños de familias pobres y de padres con poca educación afrontan una probabilidad relativamente alta de alcanzar niveles educativos bajos, de obtener menos retornos derivados de su educación, y de seguir siendo pobres.

Por mi parte me gustaría recalcar que el hecho de que sea Chile el país de la región que presenta una mayor movilidad en este aspecto en las ultimas décadas es muy probable que tenga mucha relación con los cambios estructurales que han permitido a una flexibilización en el mercado laboral, una reforma del sistema de pensiones y la creación de un clima propicio para la inversión y la creación de riqueza por parte de la iniciativa privada, basado en la defensa del derecho de propiedad, el establecimiento de mecanismos que castigan el incumplimiento de los contratos y los consensos políticos conseguidos en política económica que da a los inversores un grado de confianza mayor, lo que ha permitido que sea la iniciativa privada la que haya realizado grandes inversiones en infraestructuras y servicios que han contribuido a mejorar las condiciones de vida de muchos pobres en el país. En otros países de la zona estas infraestructuras y servicios siguen considerándose como monopolios del Estado y los diferentes gobiernos de la zona no ha podido realizar inversiones por la necesidad de cubrir antes otros objetivos considerados más apremiantes o, habiéndolo hecho, se han topado con la habitual ineficacia y despilfarro en el uso del dinero publico, cuando no con una corrupción endémica, y lo que es peor impune, que por desgracia sigue siendo uno de los mayores lacras de la región.
¿Hay algo intrínseco a la región que la ha dejado con relativamente poco crecimiento y altos niveles de desigualdad y pobreza? En el informe principal del Banco Mundial sobre la región de América Latina Desigualdad en América Latina y el Caribe: ¿rompiendo con la historia? (de Ferranti y otros, 2004) se argumenta que las instituciones excluyentes establecidas durante la conquista europea para explotar tanto las riquezas minerales como a las poblaciones autóctonas, así como las cosechas especiales adaptadas al clima de la región (como las plantaciones de azúcar basadas en la fuerza laboral esclava), condujeron a un acceso sumamente desigual a la tierra, a la educación y al poder político, por lo menos hasta finales del siglo XIX, lo que por mucho tiempo tuvo consecuencias negativas sobre el crecimiento y la disminución de la desigualdad.
Es cierto que América Latina se encontraba muy rezagada con respecto a las economías adelantadas a mediados del siglo XIX, cuando los niveles de ingreso per. cápita de la región representaban alrededor de 60% de los niveles de Estados Unidos y de 55% con respecto a los países del grupo más amplio de la OCDE (excepción hecha de la Argentina que era en esos momentos un país rico), pero más importante aun, que los posibles orígenes coloniales de los males de Ibero América, es que una parte considerable de la brecha actual en el desarrollo de la región data de mediados del siglo XX, cuando otras regiones aprovecharon más el ritmo acelerado de la expansión mundial. El rezago relativo de América Latina durante este período se relaciona muy probablemente con las políticas de marcada orientación interna (la famosa política de la “sustitución de las importaciones”, recomendada por la CEPAL y defendida por economistas como Celso Furtado) instituidas entonces y con la falta de prudencia macroeconómica que condujeron a la devastadora crisis de la deuda de los años ochenta.
Lo mismo parece cumplirse en el ámbito de la distribución del ingreso. El informe muestra que a comienzos del siglo XX, Francia, España, el Reino Unido y Estados Unidos, por ejemplo, habían tenido niveles altos de desigualdad en el ingreso. Sin embargo, lograron reducir drásticamente la desigualdad en el ingreso en el transcurso del siglo y en períodos relativamente cortos (de dos a tres décadas). Esos logros parecen guardar relación con el mandato universal de educación básica y servicios de salud, el aumento de la competitividad por medio del aumento de la competencia y por supuesto por políticas fiscales que permitieron aumentar las redes sociales de protección, si bien es cierto que esas redes de protección están hoy en día puestas en tela de juicio y nadie duda que necesitan importantes reformas para su supervivencia en el tiempo, fundamentalmente en una sociedad tan envejecida como la europea.
Tras estas consideraciones previas, pasemos ya al objeto fundamental del estudio.
El capítulo 4 del informe, probablemente el más novedoso, está dedicado al efecto que tienen el crecimiento y los cambios en la desigualdad sobre la reducción de la pobreza de ingresos en países con diferentes características. Se muestra allí que lograr una mayor reducción en la pobreza puede significar que se asigne diferente importancia relativa al crecimiento y a la redistribución, dependiendo de las condiciones iniciales del país individual: los países pobres (tales como Bolivia, Haití y Honduras) y los países relativamente iguales que, dicho en pocas palabras, tienen poco que distribuir, necesitan antes que nada, lograr un crecimiento alto y sostenido, aun a costa de algunos aumentos en la desigualdad; esto puede llamarse el modelo de China. Por el contrario, los países relativamente más ricos y con más desigualdad —la mayoría de los países de América Latina, y en especial Argentina, Brasil, Colombia y México —necesitan tanto mayor crecimiento como una considerable redistribución si quieren lograr un avance significativo en la reducción de la pobreza.
Tasas de crecimiento necesarias para compensar un aumento de 1 punto en porcentaje en la desigualdad
País Tasa de crecimiento compensatoria País Tasa de crecimiento compensatoria
Argentina 2,5 Perú 1,6
Chile 2,4 Santa Lucía 1,5
Brasil 2,3 Guatemala 1,5
México 2,1 Paraguay 1,5
Costa Rica 2,1 El Salvador 1,4
Colombia 2,1 Venezuela, R.B. de 1,2
Trinidad y Tobago 2,0 Ecuador 1,1
República Dominicana 1,9 Nicaragua 1,1
Panamá 1,9 Guyana 1,1
Belice 1,8 Bolivia 1,0
Uruguay 1,8 Honduras 0,8
Jamaica 1,7
Fuente: Cálculos de los autores. Nota: El cuadro presenta las tasas de crecimiento que dejarían invariable a la pobreza cuando el coeficiente de Gini aumenta en 1%. Los valores más altos indican que la desigualdad desempeña una función más importante en la reducción de la pobreza.
Se examina en qué forma influyen las diferentes políticas y los diferentes modelos sectoriales de crecimiento en la reducción de la pobreza de ingresos. Se determina allí que la composición sectorial es importante: diferentes industrias muestran grandes diferencias en sus necesidades de mano de obra (la agricultura y la construcción suelen necesitar más mano de obra que la industria manufacturera y los servicios, y estos últimos exigen más mano de obra que la minería y los servicios públicos); y la reducción de la pobreza es más fuerte cuando el crecimiento tiene una inclinación a necesitar mucha mano de obra, más si esta es poco cualificada. En este capítulo también se determina que algunas políticas, como mayor acceso a la educación y la infraestructura han tenido efectos positivos directos sobre el crecimiento, la disminución de la desigualdad y la reducción de la pobreza, mientras que otras, como la apertura comercial, fundamentalmente en el sector agrícola, han tenido efectos positivos sobre el crecimiento, pero han tendido a aumentar la desigualdad y hasta la pobreza en el corto plazo. Sin embargo, a largo plazo, todas las políticas favorables al crecimiento tienden a reducir la pobreza de ingresos.
Se aborda también en el informe la importancia de las transferencias como una forma de compartir los frutos del crecimiento mediante la inversión en los pobres. Al trasladar el debate histórico al presente, se muestra que cerca de la mitad de la marcada diferencia en la desigualdad en el ingreso entre América Latina y países contemporáneos de la OCDE provienen de las diferencias en los retornos de los factores de producción, que es resultado de la distribución desigual del capital humano y de otro tipo en América Latina. Pero, la otra mitad resulta de la naturaleza, por lo general, no progresiva del sistema latinoamericano de transferencias. Los principales países de la OCDE utilizan transferencias de los ricos a los pobres, y amplios sistemas de pensiones que distribuyen el ingreso desde los que están trabajando hoy hasta los que se jubilarán mañana, para reducir el coeficiente de Gini (la medida estándar de la desigualdad) en aproximadamente 15 puntos de porcentaje. En cambio, las transferencias en un país latinoamericano tipo modifican el coeficiente de Gini en dos puntos de porcentaje o menos, aunque hay algunas excepciones tales como Chile, que logró reducir el Gini hasta el triple de esa cifra. A estas consideraciones realizadas por los autores del informe, me permito añadir que, en mi opinión, gran parte de la ineficacia de los sistemas de transferencias en Ibero América se debe al enorme aparato burocrático creado y que hace que una gran parte del denominado gasto social no llegue a las personas a quien esta destinado. Si a esto añadimos los errores de focalización, es decir en la determinación de los sectores y personas a quien debe ayudarse con esas transferencias, a veces motivados por incompetencia y otras muchas por la corrupción y el clientelismo político, concluimos que, en mi parecer, antes de emprender reformas impositivas, sin duda necesarias en algunos países, que permitan aumentar la recaudación fiscal, habría que realizar una profunda reestructuración de los mecanismos que hoy funcionan para el establecimiento y reparto de las transferencias, que permita una mejor distribución de las rentas y en consecuencia que el dinero que figura en los presupuestos nacionales destinados a transferencias se destine efectivamente a la mejora de las condiciones de vida de los más necesitados y no mejore las de determinados burócratas o las de los “amigos” del partido coyunturalmente en el poder local o nacional.
La tesis más innovadora del informe es que la pobreza persistente de Ibero América puede, por sí misma, estar entorpeciendo el logro de tasas de crecimiento más altas. Que hay círculos viciosos reforzadores que mantienen a las familias, regiones y países en la pobreza e incapacitados para contribuir con el crecimiento nacional y global. La bibliografía ya extensa sobre las trampas de la pobreza ha abordado un gran número de canales que podrían perpetuar la pobreza. La importancia que asigna el informe a las múltiples dimensiones de la pobreza y a las consideraciones intergeneracionales y de duración de la vida para medir el bienestar enriquece todavía más el universo de canales a través de los cuales la pobreza obstaculiza el crecimiento. Citemos a continuación unos cuantos abordados en el informe:
• Los pobres a menudo tienen acceso limitado a los mercados financieros o a otros complementos necesarios para la inversión privada (tales como derechos de propiedad e infraestructura) esenciales para la acumulación de capital físico y de conocimientos y para la participación en el proceso de crecimiento.
• Los pobres suelen tener mala salud, lo que disminuye su productividad y entorpece su habilidad para administrar y generar conocimientos.
• Los pobres asisten a escuelas de peor calidad; y los retornos de la educación, que son bajos y tardíos, así como las perspectivas reducidas de movilidad por la otra, desalientan la acumulación del capital humano esencial para el crecimiento. La educación aumenta el potencial de ganancias, aumenta la movilidad laboral, promueve la salud de padres e hijos, y reduce la fecundidad y la mortalidad de niños.
• Los pobres tal vez tengan que afrontar un mayor riesgo del mercado laboral, o tal vez tengan menos capacidad de protegerse contra ese riesgo, por lo que encuentran que los retornos a la inversión en capital humano ajustados según el riesgo son menos atractivos. Más aún, la incapacidad para diversificar el riesgo impide la especialización en agricultura o los movimientos hacia actividades no agrícolas, que conducirían a una mayor productividad. Debido a que los pobres suelen ser más adversos al riesgo que los ricos porque las pérdidas los perjudican más, si no cuentan con mercados de seguros y de créditos que funcionen bien, estos pueden pasar por alto oportunidades de inversión rentables que consideran de mucho riesgo. Una vez más, las sociedades con tasas altas de pobreza muestran una tendencia a la subinversión.
• Las regiones y los países pobres cuentan con menos personas capaces de adoptar, administrar y generar nuevas tecnologías que contribuirían a la productividad.
• Las regiones pobres quizás carezcan de la infraestructura o del capital humano que las harían atractivas para la inversión extrarregional o de los recursos para desarrollarlos y que facilitarían la movilidad laboral, tanto sectorial como territorial, en busca de oportunidades de ingresos más altos.
• Los países pobres con regiones pobres pueden encontrar que las tensiones étnicas o raciales están exacerbadas por las disparidades en el ingreso, lo cual genera tensiones interregionales que hacen que tanto las regiones como el país en conjunto presenten mayores riesgos para la inversión.
En cada caso, la pobreza por sí misma impide que se tomen medidas que facilitarían la salida de la pobreza lo que resulta en un crecimiento agregado más bajo. Esos círculos viciosos pueden conducir a la formación de “clubes de convergencia” —países más ricos y más pobres, regiones o familias que tienden a converger en diferentes niveles de ingreso o de bienestar aun a largo plazo. Lo que se argumenta en el informe es que las inversiones inteligentes en los pobres pueden conducir a círculos virtuosos y que la cuestión de “la reducción de la pobreza en pro del crecimiento” debería tal vez ser una preocupación política tan importante como las preocupaciones tradicionales con “el crecimiento a favor de los pobres”. En otras palabras, invertir en los pobres es un buen negocio para la sociedad en conjunto, no sólo para los pobres.
El estudio de estos círculos supone necesariamente alejarse de los conceptos estáticos de la pobreza y estudiar la dinámica de la pobreza a cada uno de los niveles; en el informe se aspira a marcar nuevos rumbos en este ámbito. Se presenta evidencia empírica nueva sobre la existencia de clubes de convergencia a nivel familiar, regional e internacional y, en varios casos, se muestra que estos parecen aportar la prueba de la dinámica de la trampa de pobreza.
Al hablar de clubes de convergencia se refiere, por ejemplo a nivel internacional,
que los números presentados sugieren que, con muy pocas y notables excepciones, los países de renta alta crecen más que los de renta media y estos a su ves más que los de renta baja. En el grafico vemos que, a excepción de dos períodos cortos (uno en la segunda mitad de los años setenta y otro a comienzos de los dos mil y que se prolonga hasta la actualidad por los altos precios de las materias primas y la influencia del crecimiento alto y continuado de China y la India), el país en desarrollo tipo (y América Latina no es una excepción aquí) siempre ha registrado tasas de crecimiento más bajas que el país rico tipo. Durante el período que va de 1963 a 2003, la mediana del crecimiento per cápita en los países industrializados superó a la mediana del crecimiento en los países en desarrollo por un promedio de más de 1% anual.

¿Son los altos niveles de pobreza la causa del desempeño desalentador del crecimiento en los países más pobres? Una distribución bimodal en el ingreso o la esperanza de vida por sí misma no demuestra que la pobreza sea un freno al desarrollo. Sin embargo, en el informe se identifican varios mecanismos que se autorrefuerzan y que tal vez retrasen el crecimiento y causen la persistencia de la pobreza. Si observamos los países, la pobreza parece desalentar el crecimiento y la inversión, especialmente cuando el grado de desarrollo financiero es limitado y los estratos sociales más pobres tienen poco acceso a ellos.
Más específicamente, para el país promedio, un aumento de 10 puntos de porcentaje en la pobreza de ingresos reduce la tasa de crecimiento en cerca de 1%, cuando otros factores determinantes del crecimiento se mantienen constantes. Más aún, calculamos que un aumento de 10 puntos en porcentaje de la pobreza de ingresos reduce la inversión en 6-8 puntos de porcentaje del producto interno bruto en países cuyos sistemas financieros están subdesarrollados. Estos resultados confirman la validez de las predicciones de la teoría: que la pobreza puede limitar el crecimiento cuando los sectores financieros son imperfectos porque los pobres, que no tienen acceso al crédito ni a los seguros, no harán muchas inversiones que sean rentables socialmente, con lo cual se deprime el nivel agregado de inversión y crecimiento. En el informe también se presentan pruebas de que la pobreza limita el nivel de innovación (medido por el gasto en investigación y desarrollo) y la acumulación de capital humano, que son canales adicionales a través de los cuales la pobreza influye en el crecimiento agregado.

En el capítulo 7 se utilizan las herramientas econométricas espaciales modernas muestran que dentro de Brasil, Chile y México hay clubes de convergencia evidentes compuestos de regiones ricas y pobres, que parecen estar alejándose cada vez más (gráfico 1.10). Este resultado es congruente con la bibliografía de la Nueva Geografía Económica que se ha concentrado en analizar en qué medida, las regiones ya establecidas gozan de economías de escala mientras que las regiones rezagadas son menos productivas, y por ende, menos atractivas para los diferentes factores de producción, especialmente el capital.

Estas dinámicas, se aplican por igual a las unidades nacionales o subnacionales. Sin embargo, dos consideraciones son particulares a estas últimas. La primera es que dentro de los países, la mano de obra puede moverse libremente en forma legal. En la práctica esto no ocurre, lo que genera grandes brechas en los sueldos que suelen ser de hasta 50% entre regiones. Las pruebas recabadas en Chile y en México por este informe, sugieren que este fenómeno resulta en parte de otra dinámica de la trampa de pobreza; los pobres no pueden reunir los ahorros o la liquidez para emigrar y, por lo tanto, no pueden irse. Pero otras pruebas sugieren que esta historia puede estar incompleta. Las medidas de la pobreza no relacionadas con el ingreso, tales como la mortalidad, muestran convergencia dentro de los países, de forma muy similar a lo que ocurre a nivel internacional, lo que sugiere que la brecha del bienestar considerada en un sentido amplio puede ser menos drástica. Más aún, al preguntarle a la gente cuán pobre se siente quedan al descubierto algunas anomalías curiosas. Los integrantes del grupo más pobre en el altiplano de Bolivia (en su mayoría indígenas) se autocalifican como los más pobres de Bolivia, mientras que los habitantes de la provincia rica de Buenos Aires se clasifican como los más pobres de Argentina. Estos resultados sugieren que “las externalidades de la congestión”—los aspectos negativos de vivir en zonas urbanas concentradas— pueden ser importantes, que las disparidades relativas en el ingreso pueden observarse de forma más brutal en los contextos urbanos, o, en mi criterio, que simplemente los autores están pasando por alto dimensiones claves del bienestar que no están correlacionadas con el ingreso.
En segundo lugar, las regiones rezagadas suelen tener niveles bajos de educación y de infraestructura que exigen esfuerzos especiales para que alcancen el promedio del país. Sin embargo, en la medida en que las externalidades de la aglomeración —las economías de escala que pueden surgir de la concentración de la actividad económica— determinen que las regiones pobres tienen un potencial de crecimiento más bajo y retornos más bajos de la inversión, los gobiernos finalmente deberán hacer frente a una solución intermedia entre el crecimiento agregado y la equidad geográfica.
La piedra angular que sustenta los análisis internacionales y regionales es el hogar. El abordaje de la pobreza persistente exige la comprensión de los factores que impiden a las familias pobres salir de las actividades económicas de baja productividad. La bibliografía sobre las trampas de pobreza hace hincapié en la insuficiencia de la propiedad de activos (entre ellos, de capital humano), y acceso limitado de los pobres al crédito o a los seguros, como los principales factores determinantes de su incapacidad para aprovechar las oportunidades de crecimiento. De particular importancia es la habilidad de los pobres para utilizar su trabajo (su activo más abundante) en trabajos remunerados, autoempleo o en sus propias microempresas. Las ganancias derivadas del trabajo suelen representar más de dos terceras partes del ingreso total de una familia latinoamericana pobre. Los precios del trabajo reflejan los diferenciales de productividad entre trabajadores y empleos, los desequilibrios en la oferta y la demanda, tanto a nivel sectorial como regional, y los factores no relacionados con el mercado. Las trampas de las ganancias bajas pueden surgir de deficiencias en los atributos que mejoran la productividad (calidad) de los activos laborales (tales como capital humano e infraestructura) y de los diferenciales en las ganancias no relacionados con las destrezas (tales como discriminación étnica y ubicación), que provienen de barreras a la movilidad en el mercado laboral.
En el informe también se analizan algunos de los mecanismos que tal vez impidan la participación de los pobres de América Latina en el proceso de crecimiento y que conducen a la pobreza persistente. Lamentablemente, son limitados los datos que abarcan períodos largos, por lo que no es posible efectuar análisis profundos de la duración de la pobreza y de sus principales factores determinantes en toda América Latina. El estudio se basa en la evidencia limitada, aunque muy coherente, que hay acerca de estos problemas y llega a dos conclusiones principales. La primera es que los bajos niveles de productividad, y no la segmentación del mercado laboral, son los factores que influyen abrumadoramente en las ganancias bajas. Por ende, la mayor parte de la pobreza no es generada directamente por las fallas del mercado laboral sino por las deficiencias en los atributos productivos de los trabajadores, en especial la educación, unidas a los niveles bajos de productividad general de su economía local. Este efecto es exacerbado por una alta volatilidad y por la incapacidad para asegurarse contra Las crisis, mucho más marcada que en los países desarrollados.
La segunda conclusión es que uno de los canales principales que pueden apoyar una causalidad en dos sentidos entre la pobreza y el crecimiento económico es la acumulación de capital humano en los sectores más empobrecidos. El capital humano, mejorado por los niveles de educación y de salud, es uno de los factores determinantes claves del crecimiento a largo plazo y numerosas pruebas empíricas realizadas en este y en otros estudios dedicados a la región, sugieren que la pobreza influye en el nivel de educación.
Parte el estudio de un hecho bien conocido: las familias con poca educación (especialmente las que no tienen educación secundaria) tienden a ser pobres, y a su vez tienden a no invertir lo suficiente en su propia educación ni en la de sus hijos para escapar a la pobreza. Se documentan varias pruebas acerca de los mecanismos de autorrefuerzo que impulsan este círculo vicioso. En primer lugar, a pesar del progreso reciente de la región hacia la matrícula universal en la escuela primaria, hay una división educacional clara y persistente en los logros en materia de educación. La población está separada en dos grupos: personas con pocos logros en educación (usualmente, no han hecho estudios de secundaria) y personas que tienen educación secundaria y superior. Los residentes del campo y las familias más pobres, entre ellos los grupos étnicos menos favorecidos, son los más atrapados en el grupo de poca educación. Esta separación se sigue repitiendo en la masa actual de estudiantes con altas tasas de repetición y de deserción escolar de estos mismos grupos. La disminución gradual en la matrícula durante el ciclo de la secundaria en la mayoría de los países sugiere que la falta de establecimientos escolares no es el principal factor que interviene, aunque en algunos países las limitaciones en el acceso físico siguen siendo un problema. En segundo lugar, los retornos derivados de la escolaridad tienden a aumentar con el nivel de educación, resultado que es congruente con un sesgo relativo a las destrezas en la demanda de trabajo ocasionado por el cambio tecnológico ocurrido en la región. Los retornos de la escolaridad son pocos durante los ciclos de educación básica y secundaria y aumentan una vez concluida la educación secundaria; en algunos casos, el retorno pleno se materializa solamente después de terminada la educación terciaria. Es decir, los retornos de la escolaridad se tornan atractivos exactamente cuando el costo de oportunidad, en términos de sueldos no recibidos por el estudiante, se torna más agudo para las familias pobres. Además, y esto lo estableció un interesantísimo estudio de la Heriage Foundation, en la mayoría de los países las familias pobres tienen que hacer frente a retornos inferiores al promedio derivados de la educación terciaria (y a veces de la secundaria), debido posiblemente a las escuelas de poca calidad así como a las desventajas que surgen de antecedentes familiares y de actitudes hacia la educación. Las familias pobres tienen que combinar las necesidades corrientes de subsistencia con las inversiones en escolaridad que ofrecen una recompensa remota, incierta y menos atractiva. Las pruebas estadísticas que describen los pocos incentivos y las barreras a la acumulación de capital humano son confirmadas por las respuestas que los niños y los jóvenes pobres dan como razón para abandonar la escuela: costos de oportunidad más altos a edades más avanzadas.
En resumen, la culminación de la educación secundaria necesaria para que las familias pobres salgan de la pobreza sigue estando fuera del alcance mientras que la educación de los niños sigue estando fuertemente correlacionada con la de sus padres.

Estas consideraciones tienen consecuencias importantes para algunas políticas específicas. El informe no presenta recetas universales para interrumpir el círculo vicioso entre crecimiento bajo y pobreza. Hay una razón para esto, es probable que diferentes países tengan prioridades políticas diferentes; los responsables de las políticas en los países más pobres y más igualitarios deberían concentrarse principalmente en el crecimiento, mientras que los países más ricos y donde hay mayor desigualdad deberían tratar de equilibrar los objetivos de aumento del crecimiento con las políticas para reducir la desigualdad. No obstante, del informe surgen los siguientes consejos a título ilustrativo:
1.- Hacer que el crecimiento sea más favorable a los pobres.
No cabe duda de que el crecimiento económico debe situarse en el centro de las estrategias de desarrollo, y numerosos estudios realizados para la región de América Latina y del Caribe por el Banco Mundial y otros organismos y fundaciones internacionales, Centros de Investigación y Universidades, han analizado las limitaciones al crecimiento que se plantean a la región. Por ejemplo, en los informes principales del Banco Mundial sobre América Latina se hace hincapié en la importancia en acabar con la brecha existente en la educación secundaria, fomentando los proyectos de transferencias condicionadas al éxito académico y a la finalización exitosa de los ciclos escolares y no solo a la asistencia temporal.
En otro aspecto, los gobiernos deben de aumentar su inversión en las infraestructuras de las regiones menos favorecidas, a pesar que, a corto plazo las que se realizan en regiones más desarrolladas pueden ser representar un mayor crecimiento del PIB. Los recursos que se retiren para la construcción de infraestructuras en las regiones más ricas pueden ser reemplazados por inversiones del sector privado, siempre más dispuestas a invertir en estas zonas por la mayor rentabilidad que producen.
Además, según una definición amplia de la pobreza, otras dos áreas tienen el potencial complementario para reducir la pobreza y promover el crecimiento. Primera, las mejoras en la salud tienen impactos importantes en el bienestar y han demostrado efectos positivos en el crecimiento. Segunda, en el informe se aportan bases conceptuales para tratar el ingreso, la salud y otros riesgos que deben afrontar las familias como una dimensión crítica de la pobreza. Por lo tanto, la inestabilidad macroeconómica que surge de una política inadecuada tiene un impacto directo sobre el bienestar de los pobres y un impacto negativo sobre el crecimiento, que está bien documentado.
Sin embargo, hay otras áreas a favor del crecimiento en las que América Latina tiene que hacer progresos pero donde quizás haya que hacer posibles concesiones con la desigualdad y hasta con las metas de reducción de la pobreza en el corto plazo. En realidad, varios estudios anteriores habían encontrado que la apertura comercial (un área de pertinencia particular dados los esfuerzos potenciales de liberalización) puede conducir a una mayor desigualdad a través de una mayor divergencia de los ingresos por sueldos. Este resultado parece estar relacionado con la muy deseable adopción de tecnologías que tienden a estar sesgadas hacia las destrezas y, por ende, mejoran los retornos y la demanda de educación. No obstante, en el corto plazo este fenómeno, que se encuentra en todo el mundo, deja atrás a los pobres y a menudo también a las regiones pobres. Los gobiernos tal vez necesiten adoptar políticas complementarias para facilitar el acceso a la educación, ampliar la infraestructura a las zonas rezagadas con potencial para aprovechar así los beneficios de la liberalización y, además, suministrar transferencias condicionales a los campesinos pobres, quienes podrían salir perdiendo en la transición. Estas políticas permiten a un país aprovechar plenamente las oportunidades creadas por la apertura comercial y, por ende, mitigar considerablemente los efectos de la desigualdad, además de aumentar en gran medida los efectos sobre el crecimiento derivados de la liberalización del comercio.
2.- Políticas gubernamentales favorables a los pobres.
A fin de cuentas, la bibliografía relativamente joven acerca del crecimiento favorable a los pobres no nos ha dado una idea clara acerca de hasta qué punto es posible generar crecimiento con miras a proteger la distribución del ingreso. El hecho de que las diferencias en la distribución de los ingresos del mercado entre los países de América Latina y los de la OCDE expliquen a lo sumo, apenas 50% de las diferencias en el ingreso disponible sugiere el importante papel complementario de los impuestos y del gasto público para asegurar que los frutos del crecimiento se distribuyan ampliamente. Es obvio que en Ibero América se han utilizado estas herramientas en forma relativamente modesta. Si bien las tendencias recientes hacia la educación básica universal y la salud, así como la introducción de transferencias condicionales a ciertos destinatarios probablemente hayan tenido un impacto progresivo en la distribución del ingreso, muchos elementos importantes siguen siendo muy regresivos: los subsidios elevados a las pensiones no benefician a los pobres ya que ellos rara vez reciben pensiones; debido a que los pobres rara vez terminan la educación secundaria, no se benefician de las universidades subsidiadas; gasolina, electricidad y otros bienes y servicios subsidiados por el Estado son consumidos en su mayor parte por los que tienen buenos ingresos.
El logro de un modelo más redistributivo y eficaz del gasto público similar a los modelos de la OCDE reduciría considerablemente la pobreza y la desigualdad.
3.- Reducción de la pobreza a favor del crecimiento.
En el informe se presentan algunas de las primeras pruebas empíricas de que la pobreza influye negativamente en el crecimiento a todos los niveles de la economía. Como ya se ha dicho, un canal principal parece funcionar a través de los sectores financieros subdesarrollados, más concretamente, a través de la falta de acceso de los pobres al crédito. Esta falta de acceso puede surgir de fallas institucionales que dificultan el cumplimiento de los contratos y no abordan los problemas de las asimetrías en la información y en la carencia de los pobres de riquezas que puedan servir de garantías para loa créditos. La búsqueda de medios e innovaciones eficientes para superar las asimetrías de la información (entre otros, las agencias de información sobre el crédito) y las limitaciones en el cumplimiento y para convertir la escasa riqueza de los pobres en activos que puedan servir de garantía, son prioridades fundamentales para la política y la investigación futuras.
4.- Utilización de la Nueva Geografía Económica.
En el mundo de la Nueva Geografía Económica, la defensa de una reorientación importante de los recursos hacia las zonas con desventajas se torna menos clara, y hasta la fecha la bibliografía ha sido muy circunspecta sobre las recetas de política. Fundamentalmente, si las externalidades de la aglomeración existentes implican que esas regiones, que ya son las más avanzadas, también son las que tienen el potencial más alto para el crecimiento, la concentración de todo tipo de inversiones costosas en infraestructura en regiones pobres puede disminuir el crecimiento nacional. Lamentablemente, la bibliografía sobre el tema ofrece poca orientación acerca de cuáles externalidades son más importantes: las externalidades relativas a la aglomeración o las que conducen a la dispersión de la actividad; por eso, no podemos saber si las aglomeraciones existentes son muy grandes o muy pequeñas. Con todo, según se indica en el ensayo de Ferranti del año 2004 “Más allá de la ciudad: la contribución del campo al desarrollo”, algunas políticas dirigidas a las zonas rurales, tales como educación rural mejorada y acceso a las comunicaciones son, sin lugar a dudas, soluciones en las que todos salen ganando: aumentarían la productividad en la agricultura y en otras actividades rurales y al mismo tiempo aumentarían la movilidad laboral hacia actividades más productivas y hacia zonas más ricas con mayor potencial de crecimiento.
Surgen tres categorías espaciales diferentes que implican distintas políticas, algunas de las cuales permiten la inversión en áreas de alto crecimiento potencial con gran número de personas pobres.
• Las zonas con tasas altas de pobreza pero con densidad baja de pobreza carecen de las economías de escala que surgen de las externalidades de las aglomeraciones y es poco probable que desarrollen un dinamismo económico substancial. Por lo tanto, las políticas tienen que concentrarse más en la mitigación directa de la pobreza y en programas que enseñarán destrezas útiles en otras regiones más dinámicas. Los programas de transferencias condicionales de efectivo u otras iniciativas de salud y educación, investigación y desarrollo agrícolas, y pagos por servicios medioambientales serían los más apropiados en estas circunstancias.
• En zonas con tasas bajas de pobreza pero con densidad alta de pobreza, que suelen ser zonas urbanas o zonas rurales relativamente densas donde ya han intervenido las fuerzas de la aglomeración, las políticas destinadas a fomentar el crecimiento tienen buenas oportunidades de llegar hasta los pobres y traducirse en reducciones importantes de la pobreza. El problema principal consiste en asegurar que los grupos más ricos no capturen la corriente de recursos. Una vez dicho esto, los planes de transferencia condicionales de efectivo, como los de Colombia y México donde la selección de los destinatarios es buena en líneas generales, dan buenos resultados en este tipo de situación.
• Las zonas con tasas altas de pobreza y densidad alta de pobreza tienen el potencial de sacarle partido a los proyectos con economías de escala y con niveles bajos de fuga de recursos hacia los no pobres. Las inversiones en infraestructura, tales como carreteras rurales, pueden ser un buen ejemplo del tipo de proyectos para este tipo de zonas.
Desde un punto de vista práctico, el uso cada vez mayor de mapas de pobreza detallados para identificar a grupos pobres y orientar las políticas contra la pobreza puede dar muy buenos resultados.
El informe, que es muy interesante, tiene una gran carencia que es la poca importancia que se le da al aspecto fiscal de la aplicación de todas estas medidas. Por resumirlo en una frase, ¿Cómo se financia el inevitable aumento del gasto público que se requiere para realizar estas políticas?
Debemos empezar considerando como previo al incremento del gasto público la correcta utilización del que ya se realiza. Como ya afirme anteriormente, los cálculos optimistas establecen que un mínimo del 70% de las partidas dedicadas por los gobiernos en ayuda directa a las familias más pobres no llegan a estas. Si a esta optimización de los recursos añadimos una correcta focalización en los sectores e individuos, el incremento del gasto publico no produciría necesariamente un indeseado desequilibrio macroeconómico.
Más importante aún, aunque harían falta reformas políticas difíciles, los subsidios altamente regresivos —como las pensiones para personas adineradas, o los que reciben estudiantes universitarios de familias con suficientes ingresos, o los subsidios al consumo de energía por las clases medias y altas, ofrecen grandes oportunidades para reasignar los gastos.
Una vez que se hayan aprovechado estas ganancias potenciales, y aumentado los esfuerzos para reducir la evasión fiscal, los responsables de las políticas pueden considerar la posibilidad de subir las tasas impositivas. En este aspecto, la mayoría de los países de la región (con pocas excepciones, como Brasil y Nicaragua) tienen recaudaciones fiscales inferiores a lo previsible de acuerdo a su ingreso per capita. Esto también es una ventana de oportunidad, porque alinear a América Latina con la experiencia internacional en recaudación impositiva permitiría algún espacio adicional para financiar parte de las prioridades de gastos de la región. Un asunto relacionado con éste, es que los países que pretendan aumentar la recaudación fiscal deberían evitar, hasta donde sea posible, estructuras impositivas con altos costos de eficiencia. Los países Iberoamericanos tienden a tener niveles especialmente bajos de recaudación del impuesto sobre la renta personal y sobre la propiedad, precisamente los que podrían tener algún efecto redistributivo sin grandes costos para el crecimiento económico. Así, unos sistemas bien diseñados podrían incrementar la recaudación fiscal a la vez que se mantiene un bajo impacto en el crecimiento. Además la mayor parte de los países del subcontinente mantiene un amplio conjunto de exenciones que reducen significativamente la base impositiva. Por lo tanto, la eliminación de las exenciones combinada con esfuerzos complementarios para hacer cumplir las leyes fiscales probablemente aumentaría la recaudación. Convertir al Estado en un agente que promueva la igualdad de oportunidades y efectúe una redistribución eficiente, sin afectar el crecimiento potencial de los sectores más productivos es, quizás, el desafío más crítico que enfrenta América Latina para ejecutar mejores políticas que, al mismo tiempo, estimulen el crecimiento y reduzcan la desigualdad y la pobreza.
Finalizado el principal objeto de esta charla, me van a permitir que acabe con un pequeño homenaje a un personaje excepcional al que hoy hace justo un año le fue concedido el Premio Nóbel de la Paz. Me refiero a Muhammad Yunus, el creador del Grameen Bank. Tuve el enorme privilegio de conocerlo en Guatemala hace cuatro años en el transcurso de una conferencia que dio con motivo de la apertura de una oficina de su banco en aquel país.
Tengo que decirles que jamás me he sentido más identificado con los planteamientos de alguien sobre la pobreza y sus soluciones que con los de este hombre excepcional. Por ello, y por mi escasa facilidad para escribir una glosa acorde a sus merecimientos, voy a concluir con la lectura de un articulo, escrito por José García Domínguez publicado en el periódico español Libertad Digital el 22 de Noviembre del 2002 con el titulo de “Grameen, el banco de los pobres” y que refleja muy exactamente su labor y sus ideas.
“Es el principal banquero de su país, Bangladesh. Nunca ha realizado una obra de caridad. No cree que la acción del Estado vaya a ser capaz de resolver el problema de la pobreza extrema que acucia a la mayor parte de los 120 millones de sus compatriotas. La palabra solidaridad no forma parte de su vocabulario.
Desconfía profundamente de las organizaciones no gubernamentales occidentales. Cree que son los pobres los que deben ayudarse a sí mismos para salir adelante. Como catedrático de Economía, defiende ante sus alumnos que el problema del subdesarrollo no lo crea el mercado, sino precisamente su ausencia. Piensa que las subvenciones y los subsidios roban la iniciativa y la dignidad a los que los reciben. Convenció a cientos de guerrilleros marxistas para que abandonaran las metralletas y las cambiasen por una nómina en el Grameen Trust, la multinacional que él dirige y que ya opera en más de 60 países. Más de 12 millones de bengalíes deben dinero a su organización. Sus técnicas de ingeniería financiera han sido importadas por los Estados Unidos. Prevé alcanzar 100 millones de clientes en todo el mundo para el año 2005. La semana pasada estuvo en Madrid. Se llama Muhammad Yunus y es Premio Príncipe de Asturias a la Concordia.
Estamos en 1977. Las imágenes de niños muriendo de hambre en Bangladesh abren todos los informativos de las televisiones del mundo, y la maquinaria de la cooperación y la industria de la solidaridad se ponen en marcha. Desde la emisión de aquellas imágenes hasta hoy el país ha recibido 30.000 millones de dólares en concepto de ayuda al desarrollo. Pero no toda esa cantidad ha llegado en forma de dinero. Habría que descontar el coste de los informes de los expertos y consultores occidentales, los salarios de los centenares de consejeros que se han instalado en el país para prestar su ayuda y el valor de los envíos que llegaron en forma de bienes de equipo para crear infraestructuras. En total, el 75 por ciento de los 30.000 millones. Se estima que el otro 25 por ciento se ha empleado en retribuir a los expertos, consultores, consejeros, funcionarios y políticos locales que deben tomar las decisiones sobre el destino y la forma de la materialización de las inversiones. Ni un dólar para la gente.
Volvemos a 1977. Como cada día, tras exponer ante sus alumnos la elegante formulación matemática de la teoría macroeconómica, el profesor Yunus sale de la universidad y se dirige a su casa sorteando los cuerpos famélicos que se arrastran por las calles. Su mirada se detiene por un instante en una mujer que en la penumbra de un portal, de cuclillas, trenza hojas de bambú. Se dirige a ella y se interesa por su trabajo. Con el rostro oculto tras el pudra (el velo islámico), le cuenta que fabrica taburetes, que el bambú, la materia prima, cuesta cinco takas, que lo puede comprar porque se las adelanta un prestamista al que luego tiene que vender el producto de su trabajo, que cobra cinco takas y cincuenta paisas (la moneda de Bangladesh) por él, y que su beneficio, por tanto, es de cincuenta paisas. Ese día, el profesor Yunus descubrió que fuera de las aulas universitarias la diferencia entre comer o no comer, la diferencia entre la vida y la muerte, podía cuantificarse en cinco takas. Cinco takas son al cambio 22 céntimos de dólar.
Al día siguiente hizo otro descubrimiento: que se puede fundar un banco sin saber absolutamente nada de finanzas. Al salir de clase se dirigió al portal, habló con la mujer, le adelantó el dinero para el bambú, y acabó la jornada habiendo prestado 27 dólares a 40 personas, la gran mayoría mujeres, las parias entre los parias. Ese día nació el Grameen Bank. Luego el profesor Yunus se dirigió a la fundación Ford, expuso su proyecto y les pidió un aval de 800.000 dólares para ponerlo en marcha. Se lo concedieron. Hoy, el banco presta cada mes unos 35 millones de dólares en moneda de Bangladesh, tiene 12.000 empleados y 1.086 oficinas, pero su forma de hacer negocios no ha variado; es la misma que rigió aquel préstamo de 27 dólares: dar por sentado que los pobres son solventes. No hay papeles. Nadie firma un contrato. Nunca se recurre a una instancia judicial en caso de impago. El único vínculo que liga al banco con sus clientes es la confianza. Y funciona. El Grameen tiene una tasa de retorno de sus créditos del 94 por ciento, un porcentaje que lo sitúa por encima de todos los bancos del país y de la mayoría de los del resto del mundo. Y se puede comparar con ellos porque es una entidad que actúa con óptica comercial; como ellos, cobra intereses y busca acabar los ejercicios con beneficios en la cuenta de resultados. La clave de su éxito radica en que los microcréditos que concede deben ser reembolsados en minúsculas cuotas semanales que suponen un mínimo esfuerzo para los prestatarios; además, las personas que acceden al crédito, mujeres en su inmensa mayoría por decisión del banco, deben hacerlo formando grupos de cinco, y la solidaridad del grupo opera cuando alguno de sus miembros no puede hacer frente a la deuda.
¿A qué se destina el dinero? La filosofía del banco parte de considerar que las propias personas saben lo que deben hacer mejor que nadie, así que no se inmiscuye. Unos compran tela para hacer ropa, otros un carro a pedales para utilizarlo como taxi, o una vaca para ordeñarla, o pagan la boda de sus hijas,...o compran bambú para hacer taburetes. Después vino la expansión por el mundo. Pero cuando aquella peluquera de Arkansas retornó al banco todas las cuotas del préstamo de 375 dólares que había pedido para poder comprar un equipo de manicura (una financiación que consiguió gracias a que el gobernador del estado, Bill Clinton, había convencido a las elites locales para que aceptasen “una transferencia de tecnología desde el Tercer Mundo”) y logró desengancharse de los programas de ayuda social, o cuando en Togo el señor Mousa, un limpiabotas, consiguió 40 dólares para independizarse de su “patrón” (el dueño del cepillo y la caja del betún), los agentes del banco percibieron en sus clientes el mismo sentimiento de autoestima, de autodescubrimiento como seres independientes, que Muhammad Yunus intuyó en los ojos de la mujer del portal cuando reembolsó su crédito de cinco takas.
Ahora Grameen es una multinacional que diversifica sus inversiones en diferentes sectores. Primero fue la filial hipotecaria que financiaría “la casa de 300 dólares”, un diseño que ganó el Premio Internacional de Arquitectura Aga Khan; sus arquitectos fueron las propias personas que luego lo materializarían para convertirlo en su vivienda, y ya se han construido 350.000 réplicas. Más tarde vino Grameen Phone, la compañía de telecomunicaciones más barata del mundo. Presta servicios de telefonía móvil a más de un millón de habitantes de las aldeas de Bangladesh y está formada por empresarias (compran los móviles con un crédito y prestan el servicio en régimen de franquicia, aplicando las tarifas que fija la empresa matriz) que viven en esos poblados. Luego promovió Grameen Cybernet, que opera en los sectores de educación, teletrabajo y comercio electrónico en esos mismos lugares. También está Grameen Shakti, una compañía eléctrica (el 65 por ciento de las aldeas del país no dispone de luz eléctrica) que explota la energía solar para alimentar los ordenadores y móviles de las otras.
Y a pesar de que cada día nace un nuevo proyecto empresarial en la mente del profesor Yunus, nunca se hará millonario con ninguno de ellos. Cuando inició su andadura empresarial decidió que los empleados de las compañías que crease serían, a través de un pacto de recompra de acciones, sus propietarios. Lo mismo ocurre con el banco.

Muchas gracias y muy buenas tardes

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