LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMIA 3

Epígrafe I. Mercado y Precios

2.- Teoría del Valor y Ley de Utilidad Marginal y 3.- El Mercado


Todos sabemos intuitivamente que no es lo mismo una cosa que otra. La honestidad es un valor moral irrenunciable pero a veces no es rentable. Y puede ser que el primer cuadro que pintó Picasso no valiera nada en el mercado.

¿Cómo encarar la teoría del valor en el mercado? Hagamos una primera y típica subdivisión: valor objetivo y valor subjetivo. Hablar de un valor objetivo no es un error, porque los valores éticos son objetivos. Pero la teoría del valor objetivo en economía es otra cosa. Esa teoría trata de encontrar un elemento que esté en las cosas de manera independiente de las valoraciones de las personas en el momento de comprar y vender. Ese elemento puede ser la escasez, el costo, el trabajo, la utilidad, etc. Vemos, por tanto, que las teorías objetivas del valor afirman que el valor está en las cosas y no en las personas que valoran. Estas teorías se encuentran con algunos problemas. Por ejemplo, vamos a suponer que, basándonos en lo que ya vimos, afirmamos que la escasez es el origen del valor. Parece razonable. Sin embargo, cuando decimos que algo es escaso, ¿lo es en relación a qué? Por ejemplo, los sombreros de copa son muy escasos hoy en día en la ciudad de Madrid, pero a la vez son muy poco demandados. O sea que si algo es escaso (en relación a lo que fuere) pero su demanda es cero, no vale nada. Con el tema del costo pasa lo mismo. Es muy comprensible que si a uno le ha "costado" mucho hacer o fabricar tal o cual cosa (en tiempo, en capital, en trabajo, en recursos naturales, etc.) entonces uno mismo lo valora mucho. Pero, de vuelta, si el producto no es demandado en el mercado, no vale nada. Todo el que haya sido empresario y haya trabajado sin protecciones sabe que por más altos que sean sus costos, puede ser que su precio de venta esté por debajo del costo o que no valga nada. Lo mismo sucede con respecto al trabajo. Si yo quisiera fabricar un avión, el trabajo que eso me puede tomar puede demandar toda una vida, pero el resultado va a ser un completo desastre. No va a ser valorado en el mercado de ningún modo.

Con respecto al tema de la utilidad, pasa lo mismo que con la escasez. Es razonable que se piense que si un bien es útil va a tener valor, pero en ese caso se confunde su utilidad técnica con la demanda. Por ejemplo, se puede decir que una grabadora es objetivamente útil para grabar determinada conferencia. Pero si hacemos un túnel del tiempo y vamos a la antigua Grecia a vender grabadoras, nadie lo va a comprar. Por más que sea objetivamente útil para grabar las charlas de los grandes filósofos. Algo puede ser objetivamente útil pero eso no quiere decir que sea demandado en el mercado.

Lo que la Escuela Austriaca siempre ha destacado es la “utilidad subjetiva”. Subjetivo quiere decir la utilidad que determinado bien tiene para determinado sujeto, para determinada persona.

Aclaremos esto. La persona valora cuando realiza una opción. Una opción significa optar entre “a” y “no a”. En ese sentido la opción es subjetiva, porque depende de lo que la persona decida. Es la persona la que decide optar por tal bien considerando que tiene tal o cual utilidad. Eso no significa, por supuesto, que la persona no pueda errar, desde muchos puntos de vista. Esas opciones subjetivas pueden ser completamente falibles a la luz de otros criterios que sí son objetivos, esto es, que no dependen de lo que la persona decida. Yo puedo decidir que lo más útil para salir de mi edificio es dar un salto hasta la calle pero corro el riesgo de estrellarme contra el suelo, y ese riesgo ya no está en mis manos. Por ende, puede haber incontables errores, pero eso no quita que la valoración sea subjetiva en cuanto opción. Esas opciones van determinando la vida económica de todos los días, porque, finalmente, lo que va determinando el valor en el mercado de todos los bienes de consumo y de producción son esos incontables actos cotidianos de un incontable número de personas que eligen entre una cosa y otra.

Al haber aclarado este punto, entonces los dos elementos que nombrábamos antes, la utilidad y la escasez, tienen un sentido especial. Porque una vez que alguien opta por un bien, entonces esos dos factores tienen importancia. En primer lugar, porque ya no se trata de la utilidad técnica, objetiva, del bien, sino que lo que ocurre es que cuando una persona opta, considera, faliblemente, que tal bien es necesario con respecto al logro de tal o cual fin. Por ejemplo, usted ha considerado que este ensayo puede ser conveniente para aprender economía (¡espero que no se haya equivocado!). O sea que se trata de una utilidad subjetiva por cuanto la persona, el sujeto, considera que tal cosa es útil con respecto a tal otra. Y, por supuesto, allí se enfrentan también con el significado que para usted tiene la escasez de los bienes por los cuales están optando. Para mí, por ejemplo, la escasez de buenos libros de historia incrementa notablemente su valor. Pero puede ser que para otros no. La escasez considerada subjetivamente tiene que ver con la utilidad subjetiva. Por supuesto, yo considero que un ejemplar de la Memorias del General Mola, o la Biografía de Felipe II de William T. Walsh , son objetivamente valiosos, pero no es eso lo que va a determinar su valor en el mercado. También considero que Dios es objetivamente indispensable para la perfección del hombre. Pero Dios no se compra sencillamente con nada.....

Ahora estamos en condiciones de explicar la “Ley de la utilidad marginal”, que a veces parece difícil pero sin embargo es más sencilla de lo que parece.

Veamos otro ejemplo:

Vamos a suponer que disponemos de cinco hojas de papel. Todas homogéneas, esto es, capaces de proporcionar el mismo servicio. Supongamos también que, dado que disponemos de cinco hojas, elegimos, de nuestra potencialmente infinita escala de fines, cinco. Los ordenamos según sean nuestras prioridades. La ordenación es subjetiva porque la hace el sujeto (la persona); y es, por ende, falible.

En mi caso, mi primer fin sería escribir algo de economía. Utilizaría la primera hoja para eso. La segunda, para escribir una carta. La tercera, para practicar caligrafía La cuarta para hacer dibujitos y la quinta para hacer un avioncito de papel.

Ahora razonemos un poco. Si yo dispusiera sólo de una hoja de papel, ¿para qué la utilizaría, suponiendo a su vez que mi escala valorativa no ha cambiado? (Hago esta aclaración porque esta disposición de medios y fines es obviamente libre). Pues para escribir algo de economía, dado que ese es mi fin más importante, lo que yo valoro más, y por ende, si dispongo de sólo una hoja, las demás cosas son prescindibles.

Por supuesto, volvemos a reiterar que puede haber error en lo que uno considera prioritario o no. A veces parece que no porque los ejemplos son muy claros. En el famoso ejemplo de Robinson Crusoe que se queda solo en una isla (ejemplo que utilizaremos después), habitualmente estamos todos de acuerdo en que sus prioridades son conseguir refugio y alimento y no fabricar un piano. Empero, si Robinson decidiera esto último, y utilizara la madera de que dispone para eso, ello sería coherente según su escala valorativa. Veremos que en la interacción social las cosas son más difíciles....

Pero no nos desviemos de tema. Siguiendo el mismo ejemplo, vamos a suponer que en vez de cinco unidades (cinco hojas de papel) cuento con cuatro, porque he perdido una de ellas. Puede ser cualquiera. El asunto es que me he quedado con cuatro. Entonces, ¿qué fin dejaría de satisfacer? Pues el último, desde luego. Si mis fines siguen siendo los mismos y de cinco hojas me quedo con cuatro, ya no voy a poder hacer el avioncito.

Ese fin era lo último en mi escala valorativa, el que queda "en el margen". Y, por ende, a la unidad (una de las hojas) que teníamos asignada para ese fin la llamamos unidad marginal. Ahora bien, dado que al perder cualquier unidad dejo de satisfacer el último fin, entonces decimos que el valor de cualquier unidad es igual al valor de la unidad marginal. Ahora fijémonos en otra cosa. ¿Qué pasa a medida que va aumentando el número de unidades? Pues que el valor de la unidad marginal vale cada vez menos, al asignarse a un fin que valoro también cada vez menos. (Supongamos que disponemos de 100 hojas: aquello para lo cual utilizamos la hoja 100 es menos valioso que aquello para lo cual utilizamos la unidad 5). Y por lo tanto deducimos: a medida que aumenta la cantidad de unidades valorizadas de determinado bien, el valor de la unidad marginal es menor. Y como el valor de cada unidad es igual, recordemos, al valor de la unidad marginal, deducimos que a mayor número de unidades, el valor de cada unidad es menor. Eso es lo que se llama “Ley de utilidad marginal decreciente”.

Pero esto no significa que cuantas más unidades tengo, su valor baja automáticamente. No. Todo depende, como dijimos antes, de que sean unidades de un bien que haya sido valorizado por el sujeto. El número de sombreros puede aumentar pero su valor para mí no sube ni baja porque sencillamente yo no uso sombreros.

¡Cuántas cosas son explicadas por esto! Ahora vemos intuitivamente, al menos, por qué si aumenta la oferta de un bien su precio baja, y si aumenta su demanda su precio sube....Por qué si hay mayor demanda de trabajo los salarios suben, por qué la moneda vale cada vez menos si hay emisión monetaria..... Bien, todos estos temas los vamos a ver bien después, pero observemos que ahora podemos ir entendiéndolos un poco más. La ley de la utilidad marginal decreciente explica la mayor parte de los fenómenos de mercado.



Vista ya la Teoría del Valor estamos ya en condiciones de comenzar a analizar qué es el mercado y cómo funciona.

Todos sabemos en nuestra vida cotidiana qué es un mercado. Uno dice que va al mercado, o habla del mercado ganadero o el mercado de valores.... Todos podemos darnos cuenta entonces de que el mercado es un intercambio, de bienes y servicios, entre los que ofrecen dichos bienes y los que los demandan. Hay un mercado de bienes de consumo, esto es, los bienes que son demandados para consumo final, y un mercado de factores de producción, o sea, bienes que producen los bienes que son demandados en los mercados de consumo final. Pero lo que quiero destacar ahora es que la escuela Austríaca no se limita a decir que el mercado es el encuentro entre oferta y demanda y que ese encuentro tiene que ser libre. Eso lo dicen muchos. La escuela Austríaca agrega algunas cosas.

Ante todo, el mercado no es un lugar físico, sino un proceso, y muy dinámico. ¿Qué quiere decir eso? Que el encuentro entre oferta y demanda está en permanente movimiento, es dinámico, pues las valoraciones entre oferta y demanda dialogan y cambian permanentemente. Ello supone, en segundo lugar, que la racionalidad de los que intervienen en el mercado es limitada. Esto es básico. Las decisiones humanas son racionales en cuanto asignan libremente medios a fines, pero nada más que por eso. Como ya dijimos, las decisiones pueden ser completamente fallidas, porque el ser humano es falible. Hay posibilidad de error -por ejemplo, compré un kilo de tomates muy caro porque no sabía que acá cerca estaban más baratos y mejores-, de incertidumbre –no sabemos con certeza cuáles son las valoraciones del otro- y consiguiente riesgo (cualquiera puede tener pérdidas en cualquier momento). Es básico entender lo importante que es esto como punto original y difícil de la escuela Austríaca. Alguien me puede decir: si, ¿y qué? Que lo que estamos diciendo, nada más ni nada menos, es que a partir de esta situación, donde oferentes y demandantes se encuentran en tal estado de ignorancia e incertidumbre, surge un orden. Ah!!, ¡esto es otra cosa!, ¿no? Acá es donde parecemos locos (bueno, tal vez yo sea loco, pero los economistas austríacos no). Porque, naturalmente, ante tal situación de ignorancia de los que participan en el mercado, ¿no tendría que venir alguien y ordenar el proceso? La contestación austríaca es: más que alguien, algo. Pero, ¿de qué estoy hablando? Ya llego. Pero antes déjenme profundizar esta ignorancia en el mercado de la cual habla la escuela austríaca.

Esto ha sido muy bien explicado por Kirzner, uno de los más brillantes discípulos de Mises. La ignorancia del que actúa en el mercado no es la ignorancia conocida, que se asume como un costo. Por ejemplo, yo "sé que no sé nada" sobre cómo operar en la bolsa de valores. Tengo una idea aproximada de lo que pierdo por no saberlo, y por mi decisión de no saber eso y saber en cambio otras cosas. Ahora bien, el tema es que hay cosas cuya ignorancia ignoro. Por ejemplo, tal vez haya un empresario que pueda comercializar y vender maravillosamente alguno de mis más invendibles –hasta ahora- libros, pero el caso es que yo no lo sé. Lo ignoro absolutamente, esto como una potencialmente infinita cantidad de cosas que ignoro y que serían oportunidades de ganancia.

Pero entonces, esto vuelve a enfatizar lo anterior. Si eso es así, ¿quién puede ordenar al mercado? Justamente, nadie. Ninguno está exento de esa ignorancia y falibilidad. El mercado libre tiende a cierto equilibrio, siempre en estado de tendencia (nunca llega al equilibrio) gracias a ciertas condiciones más institucionales que otra cosa. Acá hay dos presupuestos que explican esta tendencia.

El primero, muy importante, es jurídico. Un mercado tiende al equilibrio cuando las personas actúan en situación de propiedad privada y libertad de entrada y libertad de entrada al mercado. Esto es, cuando hay una competencia potencial de entrada al mercado, admitida jurídicamente. Todos los subsidios estatales e intereses creados de grupos de presión, protegidos por el estado, atentan contra eso, aunque haya propiedad nominalmente privada. Este presupuesto (libertad de entrada al mercado, ausencia de privilegios legales) es importantísimo porque, entonces, yo puedo actuar en el mercado y errar totalmente, pero, en ese caso, no tengo cómo permanecer en el mercado. Como diría Benegas Lynch (h), yo puedo empeñarme, si estuviera loco, en producir bananas en la Patagonia, pero en tanto no tenga subsidios.... ¡Me fundo a los dos días! De ese modo, se van yendo del mercado aquellas personas que no corrijan sus errores2. Y de ese modo se van quedado los que más aciertan y acercan de ese modo la oferta de bienes y servicios a las necesidades de la demanda.

Con lo cual nos hemos introducido al segundo presupuesto. Esa incertidumbre de la que hablamos y esos errores tienen una contrapartida, que es la capacidad de aprendizaje a partir de nuestros errores. Esto fue llamado por Hayek el factor aprendizaje y por Kirzner "alertness", esto es, la capacidad de estar alerta a las oportunidades de ganancia. Esta capacidad es intuitiva, no es fruto de un entrenamiento técnico-intelectual (por eso no todo aquel que hace un master es un buen empresario....) y puede crecer con el tiempo. El asunto es que este factor es la contrapartida de nuestra ignorancia, es tan humano como ella, y no nos da un conocimiento perfecto pero sí la oportunidad de acertar sobre el mejor modo de satisfacer las necesidades de la demanda. Estos dos factores, capacidad de entrada jurídica al mercado y la capacidad de aprender, son los que explican que haya una tendencia al equilibrio en medio de nuestra ignorancia, y sin nadie en particular que gobierne el proceso, excepto la misma ley que garantiza la libertad de entrada al mercado. Porque aquellos que van a "subsistir", a quedarse en el mercado, son solamente aquellos que tengan esta capacidad. Pues si no la tienen se equivocan; si se equivocan dilapidan sus recursos y sus pérdidas los colocan fuera del mercado. Solamente se quedan en un mercado libre aquellos que tengan esta intuitiva capacidad de combinar los recursos productivos (escasos) del mejor modo posible en relación a la demanda de los consumidores, demanda con la cual también hay que acertar.

Me van a decir: pero eso no existe, porque los mercados están protegidos.... Precisamente, si ustedes se fijan en el orden de los capítulos de La Acción Humana de Mises, van a ver que luego de describir el mercado, los precios, el mercado de los factores de producción, etc., llega a una sección que se llama "El mercado intervenido", donde se trata qué sucede precisamente cuando los presupuestos jurídicos de los que hemos hablado no se cumplen. Ocurre entonces que quedan en el mercado no aquellos que hayan aprendido de sus errores, sino los que están protegidos por el estado, con lo cual esa tendencia a la economización es herida mortalmente. En cada clase vamos a ir viendo casos particulares de economía intervenida.

Esta distinción clara entre economía libre e intervenida es también muy particular de la escuela Austríaca, cuyos historiadores dicen no sin razón que tomó conciencia de sí misma más o menos después de los 50. Si alguien está estudiando economía, puede darse cuenta que todo esto es contrario a los modelos neoclásicos de competencia perfecta, donde se supone que oferentes y demandantes tienen perfecto conocimiento, que no influyen en el precio, etc. Pero como el mercado real no tiene nada que ver con eso, habitualmente se concluye: la distancia entre el modelo y la economía real es cubierta por la intervención del gobierno, que tratará de acercar la realidad al ideal del modelo. Ese planteo nada tiene que ver con el de la esc. Austríaca. El mercado es un proceso imperfecto, radicalmente imperfecto, y lo que compensa esa imperfección es la creatividad humana y su capacidad de aprendizaje, como dice el título de un clásico ensayo de Hayek: la competencia como proceso de descubrimiento. Es una competencia imperfecta pero "suficiente": tal sería la palabra justa. Suficiente para garantizar que quienes queden en el mercado sean los "menos" imperfectos en cuanto a capacidad de aprender de sus errores. Este es el punto, lo básico de la escuela Austríaca y que explica por qué parece a veces que sus pensadores razonan al revés. Allí donde ven imperfección humana, no proponen la vigilancia del estado como solución, sino condiciones jurídicas claras, de tal modo que las imperfecciones sean menores. Lo cual, entonces, no soluciona todos los problemas, pero sí es una solución mejor con un enfoque distinto al de las demás escuelas.

PROXIMA SEMANA: 4.- Bienes Públicos y Externalidades

Primer Capitulo: Introducción a la Escuela Austriaca de Economía y Programa del Curso.
Segundo Capitulo: Mercado y Precios. Escasez.

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